lunes, 30 de mayo de 2011

"Si volviera a nacer, sería militar otra vez"


Entrevista al General Juan Donoso


Apariencia gentil que contrasta con su fuerte mirada. El general Juan Donoso es, actualmente, uno de los militares retirados más reconocidos en el Ecuador. Es uno de los fundadores de la Academia de Historia Militar ecuatoriana y candidatos para ser miembro de la Academia Nacional de Historia. Además de una carrera reconocida en la rama militar, su gusto por la escritura se refleja en los libros que ha publicado. Cuando se retiró del ejército estuvo a cargo de la Cooperativa 29 de Octubre, fue Presidente del Club Deportivo El Nacional, y entre sus proyectos está la creación de un estadio para el equipo.

Su casa asemeja las de las haciendas. Tejas y madera. No hay espacio en las paredes. Todas están cubiertas de cuadros. Plantas en todas las esquinas, flores en el jardín. El hogar de uno de los primero paracaidistas ecuatorianos es todo lo contrario a la imagen fuerte y terca que reflejan las armas.  Al abrir la puerta, un refrescante olor a manzanas saluda a los visitantes. “Bienvenida a una casa donde me dedico a muchas cosas y pareciera como si no me dedicara a nada”, saluda Donoso. La investigación histórica es su actividad favorita. En los próximos meses publicará un libro dedicado a Antonio Ante.

¿Cuál es su primer recuerdo?
Campo. Campo. Cosechas, caballitos, perritos. Mis siete primeros años los pasé en la hacienda de mis padres. Todas las vacaciones de niño las iba a pasar allá. Inclusive los fines de semana. Nunca me regalaron ningún juguete. Pero, en cambio, me regalaban perros, una montura, un par de espuelas. La cercanía del campo, la siembra, la agricultura, los indiecitos trabajando, la cosechas. Los domingos nos reuníamos con todos los indiecitos para jugar con el niño “Juan”, así me decían. Estamos hablando de muchos años atrás.
¿Tiene algún hobby?
Pienso que si una persona no tiene un hobby, no le está sacando a la vida una de las cosas más lindas que es dedicarse a algo que a uno le guste. A más de la lectura, me gusta escribir, cuidar bonsáis, pintar y  sacar a pasear a mis perros.  Amo a los perros. Tengo un par de Boston Terrier y con ellos salgo a pasear, son mis grandes amigos.
¿Cuál es su raza favorita de perros?
Siempre me gustó el pastor alemán. Creo que es el perro más completo y fácil de ser manejado para diferentes circunstancias. Pero el espacio de esta casa no nos permitía tener uno. Me dije: no, ahora sí. Boston Terrier (sonríe). Busqué en el Ecuador y no encontraba un Boston Terrier. Me avisaron que había en Guayaquil una perra que había venido desde Canadá a tener cachorros aquí. Así compré a Amara. Pero, claro, necesitaba el esposo de Mara. Entonces vino Pedrito del Perú.
¿Considera que su consciencia naturalista fue influenciada por alguien?
Mis padres. Mi padre era un hombre de campo, era agricultor. Trabajaba mucho en el campo desde niño. Para suerte de familia, ellos siempre tuvieron propiedades agrícolas y ganaderas. Mi madre lo acompañaba porque no podría ser de otra manera (ríe). Todos los hermanos amamos el campo, mis sobrinos lo mismo. En la familia hay mucha gente que tiene propiedades agrícolas y ganaderas.
¿Cuál es el recuerdo que más le haya unido a sus hermanos?

(Mira sus manos) Tal vez  sería el recuerdo más fuerte, más feo. La muerte de mi hermano. Eso nos unió mucho. Él tenía 42 años cuando murió en un accidente de tránsito. Estaba en plena vida, era el mayor de todos nosotros y, claro, es un golpe muy fuerte cuando muere una persona joven que tiene toda la plenitud de la vida. Cuando alguien tiene ya edad y sufre alguna enfermedad, es como si aceptara que uno desaparecerá algún rato. Pero cuando una persona joven muere de un momento a otro, es un golpe muy fuerte. (Agacha su cabeza pensativo)Eso, nos unió muchísimo.
¿Quién fue su primer amor?

Mi primer amor fue cuando estuve en primer grado. Me enamoré de mi profesora de primer grado. Por ahí tengo una carta que le mandé a ella (señala en dirección a su estudio). Le dije que mi ilusión más grande era ir con ella a conocer el mar. Que yo no tendría ningún inconveniente si ella llevaba a su marido. Es más, yo le invitaría a tomar helados (se ríe).

¿Cómo reaccionó ella?

No sé. No recuerdo. Creo que me mandó a llamar a mi papá. Yo era un pobre niño enamorado. Pero, pasados los años, le volví a ver. ¡Qué fea señora!, Dios mío. Pero bueno, fue mi primer amor y, claro, yo la veía muy linda. Dicen que el amor es ciego. Pues esa fue mi primera ceguera.
Hablando de sentimientos, ¿qué se siente lanzarse en paracaídas?
La primera ocasión, sin lugar a dudas, el miedo. Somos unos mentirosos. Tras el primer salto decíamos que hicimos el conteo, que vimos el cielo, que hemos visto todo. Yo, al menos, no vi nada porque salté con los ojos cerrados... Después vino una serie de satisfacciones.
Los primeros saltos se tienen un poco de recelo, el resto ya no. El equipo que uno lleva es un equipo probado por mucha gente y es casi perfecto. Las fallas son humanas. Mucha gente rezaba en el avión y llevaban imágenes. Pedían a las imágenes y a los santos que les amparen. Yo no.
Entre sus gustos y hobbies, ¿la cocina es uno de ellos?
(Su risa se escucha en toda la casa) Si me pongo a cocinar, yo creo que se me puede cortar el agua caliente. Encima de eso a mi mujer le digo que, definitivamente, sé cocinar muy bien pero no quiero entrar a la cocina porque van a comenzar a abusarme y me van a hacer cocinar siempre. Luego terminaría afiliado al seguro como cualquier empleada doméstica. No quiero enseñar cuáles son mis atributos culinarios. No entro a la cocina. Pero lo que sí hago es exigir que cocinen bien, porque soy un poco goloso.
¿Cuál es su plato favorito?
Yo soy experto en algunos platos. Soy una especie de catador. Soy experto en locros, experto en ceviches, en caldo de patas. Soy experto en fanescas y bastante carnívoro. Creo que es imposible ser vegetariano. Al pasar por un puesto de fritada y solo oler eso es imposible resistirse. (sonríe)
Cuál considera usted que son sus buenas y malas costumbres?
(Suspira) Ayayay... Buenas costumbres, todas aquellas que me dieron en primera instancia mis padres. El colegio, la vida del cuartel. Porque la personalidad de un hombre está dada con su injerencia al medio ambiente y educación. Pero las malas costumbres… Me muero de las iras cuando me toca estar al lado de pendejos, y peor si los pendejos son superiores jerárquicos.
 ¿Quién considera que es su mejor amigo?
(Se queda callado) Soy un egoísta. Mi mejor amigo soy yo mismo, y la persona a la que más amo es a mí mismo (ríe). Creo que la persona más importante que hay en la vida es uno y debe cuidarse a sí mismo. Tengo muchos amigos, sin lugar a dudas. Agradezco la bondad que tienen ellos conmigo. Me hacen invitaciones. Comparto con ellos horas agradables. Pero no podría identificar a uno de ellos como mi mejor amigo.
¿Cuántas horas tiene de sueño y qué es lo que sueña?
No sueño nunca. Es una cosa un poco especial. Seguramente será porque duermo poco. Yo duermo unas cinco horas. Mi sueño es muy profundo y no me gusta que me lo corten porque ahí se me va el sueño y amanezco como búho (coloca sus manos alrededor de sus ojos, imitando a un búho). Si se me fue el sueño me levanto, me pongo a leer. Prendo la computadora y sigo escribiendo.  Hace tiempos que no lo he hecho pero antes tenía focos en mi estudio. Me ponía a pintar. A veces no me funcionaban las luces. Leo y escribo. Duermo poco. Hago siesta, cinco minutos. Me acuesto boca arriba y pongo las manos así (cruza sus manos sobre el pecho), practicando para lo que será el mañana.
¿Cómo considera que es un día libre ideal para usted?
Cuando vienen los nietos y comparto con ellos. A veces un día ideal es cuando voy a verle a mi equipo de fútbol, El Nacional. Pero a veces pierde y regreso con unos ánimos que no me aguanta nadie
¿Cuántos nietos tiene?
Tengo seis nietos. El primero se llama Juan Francisco. Mi otro hijo, tiene un varón que se llama Juan Diego. Y  también está Juan Pablo. A Juan Francisco le pusieron por mí. A Juan Diego le molesto  y digo que le pusieron por ese indio mexicano. Tengo un par de nietas que son gemelas a las que yo les digo que son los aretes de la luna. Todos son muy pegados al abuelo.
¿Qué hace con sus nietos?
Jugar. Me convierto en niño también. Pero son incansables y uno no alcanza (suspira con una sonrisa). Cada nieto tiene un bonsái, que está en mis manos y les daré cuando crezcan.
¿Cómo reacciona frente a una contrariedad?
Yo soy del signo cáncer. Parece que los del signo cáncer somos como el cangrejo. Vamos para adelante y para atrás. Nos encerramos, estamos callados. Cuando tengo iras exploto pero tengo un coraje que se me va muy rápido. Cuando hay estas contrariedades me aparto de todos. Me convierto en el cangrejo del signo cáncer.
¿Por qué se hizo militar?
(Ríe) me acuerdo que tenía un amigo que me llevaba a su hacienda. Solía decirme: Mira Juanito, tú o te haces militar o te haces cura. Pero eso es por los botones. Si te haces militar, todas las mujeres creen que los botones dorados son de oro y si te haces cura las mujeres que toda la abotonadura de la sotana es bragueta (sonríe). Mi hermano era militar, y quería imitarlo a él. Cuando terminé el tercer año en el Mejía entré al Colegio Militar. Ahí me comenzaron a lavar el cerebro. Pasaron los años y comencé a lavar cerebros yo también.
De las veces que ha estado cerca de la muerte. ¿Cuál es la que más recuerda?
Aterrizar con una avioneta que ya no tenía gasolina a las 18:30 en un carretero en Loja. En esa ocasión era ayudante del ministro de defensa. Paco Moncayo era ayudante del Comandante General del Ejército. Ambos pensábamos que íbamos a morir.
 En Marañón tenía que destruir, con un sargento y tres conscriptos, un material bélico y explosivos que estaban dañados. Nos encaminamos para destruir eso cuando me llamaron desde la prevención, frente a las oficinas, porque tenía una llamada por teléfono.
Cuando fui, alcé el teléfono y no contestó nadie. Dejé el  aparato y me iba a incorporar donde ellos cuando escuché una explosión. Murieron todos.
 Verónica Proaño

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